En realidad, no se trata de un “retorno”, sino de que el
pensamiento clásico y en general la cultura grecorromana (filosofía, poesía,
arte y ciencia) aparecen ahora como instrumento de liberación para escapar a
las estrecheces del mundo medieval, o como un camino hacia una renovación
radical del hombre en su vivir asociado e individual. Salvo contados casos de
fanatismo anticuario e imitativo, los humanistas quieren marchar adelante, no
volver atrás; pero para avanzar hay que salir de las estructuras inmovilistas,
de las concepciones antihistóricas de la cultura medieval, cuyo mayor esfuerzo
había sido no producir conocimientos nuevos, sino paralizar y fijar en
pobres formas cristalizadas el complejo de conocimientos que el mundo clásico había logrado
estructurar en los diversos campos del saber.
Por lo tanto, había que volver a las fuentes de la
cultura y mediante el contacto directo y vitalizador con éstas cobrar el vigor
necesario para una obra cultural que fuese creadora y no pura repetición.
Por ello, a la actitud humanística la caracterizan, por un lado, la
exigencia filológica de estudiar con cuidado los textos originales, y por
el otro, una nueva conciencia histórica, ante la cual el hombre no es ya
expresión estática de una especie inmutable, sino progresiva construcción
histórica que se cumple mediante el progreso y la educación.
Por lo demás, el humanismo no es sino un momento, o por
mejor decir, un aspecto de ese fenómeno más vasto que denominamos Renacimiento, Con
este término indicamos no ya un regreso a lo antiguo, sino
un conjunto de creaciones originales en el campo artístico-cultural,
así como también en los de las costumbres y la política.
Es de anotar que la palabra tiene un origen religioso.
El renacer es el segundo nacimiento del hombre nuevo y espiritual de
que hablan el Evangelio de San Juan y las Epístolas de San Pablo (Parte II, §
I). En la Edad Media la palabra se había utilizado para indicar con ella la
espiritualización del hombre, su vuelta a la comunión con Dios, perdida con el
pecado de Adán. En el periodo renacentista la palabra adquiere un sentido
terrenal y mundano: es una renovación del hombre en sus capacidades y sus
poderes, en su religión, arte, filosofía y vida asociada. Es la re-forma del
hombre y su mundo, en el sentido de una vuelta a la forma original.
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